
La noche cierra los ojos
y mi corazón late.
El Ímpetu desbordante
de tu cuerpo
arde ante el deseo de tu sombra.
Te sorprendió el verano
y no accediste al deseo
de tu cuerpo.
Mi refugio será
lejos de tus palabras
en un lugar distante
al celo de los Dioses
teniendo como trinchera
la Soledad
y como guardia
este poema.
Anoche
La luz del Quinqué
Iluminó tímidamente la habitación desordenada.
Tú rostro
Contemplaba estupefacta
El arma que aún tenías entre sus manos.
Fue un disparo perfecto.
Nueve meses después el niño chupaba dedo en una hamaca
Y ella prepara una vez más la ceremonia milagrosa
A la luz del nuevo quinqué que flameaba en la ventana.
El viento efímero arrasa mi pasado con fuerza y tesón Soy aquel arca que navega sosegado sin importar, noche, lluvia y sol. Ando por este mundo desasosiego y caminando de frente Siendo aquel avión que en el cielo vuela solo y tranquilamente Tengo claro en el presente que si quiero navegar y volar, Hay que ser insistente navegar por mis sueños y no volar por volar.
Poema enviado por: Ánderson Velásquez